La historia de Thomas y su hijo Gabriel
Union: Un amor entre Berlín, México y Barcelona
Esta es la historia de cómo una bufanda comprada bajo la lluvia se convirtió en un símbolo de identidad, de cómo un ascenso se vivió desde México con los ojos clavados en la pantalla, y de cómo un equipo modesto del este de Berlín logró colarse en la vida de una familia que hoy, desde Barcelona, sigue soñando con que su equipo pase un día por Barcelona. Porque sí, el Union de Thomas y Gabriel no conoce distancias.
Un flechazo bajo la lluvia
Todo comenzó en 2017, en una tarde fría y nublada en Köpenick. Como tantas veces ocurre en Berlín, el cielo estaba encapotado y el aire húmedo, pero eso no impidió que Thomas decidiera llevar a su hijo Gabriel, berlinés de nacimiento, a ver un partido de fútbol. No sabían que estaban a punto de vivir algo más que un simple encuentro deportivo.
En An der Alten Försterei, el Union Berlin recibía al St. Pauli, uno de esos duelos que, incluso en 2. Bundesliga, se viven con el alma en vilo. Fue un partido duro, con pocas ocasiones, tenso hasta el último minuto. Pero entonces, cuando el reloj ya marcaba el 92, Sebastian Polter marcó el gol de la victoria. Estalló el estadio. Y en la tribuna, un padre y un hijo se abrazaban sin saber que aquel instante les cambiaría la vida.
“Fue tal el flechazo —recuerda Thomas— que nada más salir del estadio, le compré una bufanda del Union a Gabriel. Esa fue su primera”. Desde ese día, algo en ellos quedó atado a ese club de barrio, a esa grada de cemento que vibra como pocas en Europa, y a ese escudo que representa a todo Köpenick.
Poco después, la familia dejó Berlín y se mudó a México por motivos laborales. La distancia, sin embargo, no enfrió su pasión. Al contrario, la reforzó. Cuando en la temporada 2018/2019 el Union luchaba por el ascenso, Thomas y Gabriel lo seguían desde el otro lado del Atlántico. El cambio horario suponía un esfuerzo, pero no se perdieron ni un solo partido.
“Era casi un ritual. Preparábamos todo el día para ver el partido. Si jugaban de madrugada, nos poníamos el despertador. Si era por la tarde, reorganizábamos la jornada para estar frente al televisor”, cuenta Thomas. Aquella temporada acabó en fiesta. El Union ascendió por primera vez en su historia a la Bundesliga tras superar al Stuttgart en el playoff. Thomas y Gabriel lo celebraron desde México como si estuvieran en la Waldseite.
No había estadio, ni bratwurst, ni cánticos a coro. Pero había algo más profundo: la certeza de que eran parte de algo grande, incluso en la distancia. "El Union se convirtió en nuestro idioma común, en el puente entre nuestras raíces alemanas, argentinas y nuestra nueva vida lejos de casa", afirma Thomas.
Un cumpleaños inolvidable en el estadio
En 2021, ya instalados en Barcelona, llegó uno de los momentos más especiales de su vida como Unioners. Para su 40 cumpleaños, Thomas recibió el regalo más inesperado: una entrada para An der Alten Försterei. No solo eso. Durante el descanso del partido, su mujer había preparado una sorpresa inolvidable, ya que en el videomarcador del estadio apareció un mensaje personalizado felicitándolo.
“Ver mi nombre en el marcador de ese estadio que tanto significa para mí fue indescriptible. No sabía que mi mujer lo había organizado. Fue un momento de esos que se te quedan grabados para siempre”, relata emocionado.
Aquel día entendió que el Union no era solo un equipo al que seguía. Era parte de su biografía. Parte de su forma de celebrar la vida, de construir recuerdos con su hijo y de compartir pasiones con su familia. "No todos los cumpleaños se celebran con goles, abrazos y un mensaje en Köpenick", dice entre risas.
La temporada 22/23 trajo consigo otro hito que parecía imposible años atrás: ver al Union competir en Europa. Thomas y Gabriel no se lo perdieron. Asistieron a uno de los partidos de la Europa League y, sin saberlo aún, estaban preparando el terreno para un nuevo sueño: la Champions League. Porque sí, el Union se clasificó para jugar la máxima competición europea y, como si el destino quisiera cerrar un círculo, los Eisernen vinieron a jugar a España. No a Barcelona pero sí a Madrid.
Gabriel tiene ahora casi 13 años y su historia como aficionado del Union empezó con una bufanda regalada por su padre. Hoy, él mismo es quien marca en el calendario los partidos, quien pide verlos en familia, quien pregunta por los jugadores y canta los goles como si estuviera en An der Alten Försterei. Para Thomas, ver crecer a su hijo con esa misma pasión es “el regalo más grande”.
En una era en la que muchos clubes pierden su identidad en busca de audiencias globales, historias como la de Thomas y Gabriel recuerdan que el fútbol sigue siendo, ante todo, una cuestión de pertenencia. De abrazos en invierno, de madrugones en México, de mensajes sorpresa en un marcador, de generaciones que se entienden con un escudo. Porque cuando un club consigue entrar en la vida de una familia así, ya no hay distancia ni idioma que lo saque de ahí.
Und Niemals Vergessen
Thomas y Gabriel son Unioners. Lo son aunque vivan en Barcelona, aunque su historia haya pasado por México, aunque su primer partido fuera hace ya seis años. Lo son porque el Union les enseñó que el fútbol es algo más que un juego.
“Gracias al Union tenemos una historia compartida, padre e hijo, que nos acompañará toda la vida”, dice Thomas. Y mientras la vida siga girando, mientras el balón siga rodando y la bufanda ondee al viento, ellos estarán ahí, cantando al unísono: Eisern Union!