El peruano que jugó en los juveniles del Union
La increíble historia de Jair Vasquez
En 1993, un joven de Lima viajó a Berlín para vestir los colores del Union. Su paso fue breve, pero le dejó una huella para toda la vida y la pregunta de qué hubiera pasado si se hubiera quedado más tiempo en la capital alemana. Jair Vásquez nos cuenta su historia, que a pesar de las dificultades del momento, recuerda con orgullo y nostalgia a miles de kilómetros de distancia.
De Lima a Berlín: La oportunidad de su vida
Los primeros días de enero de 1993 marcaron un antes y un después en la vida de Jair Vásquez, un prometedor futbolista de 19 años que jugaba en las divisiones juveniles de Universitario de Deportes en Perú. El destino quiso que en aquel momento aterrizaran en Lima dos representantes del 1. FC Union Berlin: el asistente técnico Gerhard Körner y un administrador al que Jair recuerda sin mucha certeza como “Mr. Brombaher”. Su misión era clara: descubrir talento joven en Sudamérica para llevarlos a una prueba en Alemania.
Para organizar el proceso, contaron con la ayuda de Luis Zacarías, un entrenador peruano que había trabajado en Alemania en 1983 con el MSV Duisburg. Zacarías reunió a los mejores jugadores sub-20 del país para disputar tres partidos. El premio era único: un viaje a Berlín y un periodo de prueba de seis meses con Union.
“Gracias a Dios, después de esos tres partidos me eligieron a mí”, recuerda Jair con emoción. La promesa era sencilla: si superaba los seis meses de prueba, el club le ofrecería un contrato por dos años. Una semana después ya estaba en un avión rumbo a Berlín, iniciando la aventura que cambiaría su vida.
En el equipo juvenil de Union encontró su lugar rápidamente. Desde enero hasta junio de 1993 fue parte de una generación competitiva que ganó tanto el campeonato local de juveniles como un torneo internacional en Ámsterdam. Todo era nuevo: la ciudad, el idioma, la vida europea. Pero Jair lo afrontó con determinación: “pude superar los obstáculos y lograr que me hicieran el contrato de dos años”.
Entre el sueño y la realidad
Dar el salto al primer equipo fue cumplir un sueño. Los entrenamientos exigían fuerza, disciplina y velocidad mental. El fútbol en Alemania era muy distinto al de Perú: más físico, más rápido, con menos tiempo para decidir. Jair entrenaba en la cancha auxiliar junto al estadio, rodeado de un vestuario multicultural que todavía recuerda con cariño: el rumano Enica Matache, el ghanés Kevin Essien, el croata Boris Ekmescic, el polaco Jacek Mencel, el ruso Alexander Tolmatschew o el zambiano Gibby Mbasela.
Los retos eran muchos. El idioma fue una barrera: el club les puso un profesor de alemán, pero la adaptación era lenta. Los desplazamientos también eran un desafío: aprender a moverse en bus o en tren por un Berlín recién reunificado no era sencillo para un joven extranjero. Y, por supuesto, estaban las temperaturas extremas, con inviernos gélidos que nada tenían que ver con el clima limeño.
A todo ello se sumaba la distancia con la familia. En 1993 no había redes sociales ni videollamadas. Jair se comunicaba por teléfono apenas un minuto al mes o, en el mejor de los casos, por fax. El aislamiento era real, y cada pequeño triunfo deportivo era también un esfuerzo emocional. Pese a ello, Jair describe esa etapa como formativa: “Fue un sueño hecho realidad… aprendí mucho en lo físico, lo técnico y en lo personal. El fútbol alemán me marcó para siempre”.
Sin embargo, al regresar a Perú de vacaciones, algo cambió. Con contrato firmado para dos años más, Jair dudó. Sentía que no tenía demasiada consideración en el primer equipo y tomó una decisión que con el tiempo reconocería como precipitada: regresar a Perú y no completar su etapa en Berlín. “Con una mejor asesoría me hubiera quedado. Por lo menos habría cumplido el contrato. A veces pienso que, de haber sido más paciente, quizás hubiera triunfado en Alemania”.
Una vida dedicada al fútbol
Tras su regreso a Sudamérica, Jair continuó su carrera como profesional. Jugó en River Plate de Uruguay y en Universitario de Deportes en Perú, además de representar a su país en el Preolímpico Sub-23 de Argentina. Nunca volvió a Europa, pero se mantuvo como un jugador competitivo en su país.
El verdadero giro llegó años más tarde, cuando se estableció en Estados Unidos en 2003. Desde 2005 ha trabajado de manera ininterrumpida en el desarrollo de jóvenes talentos. Pasó por clubes como Colorado Rush o Colorado Rapids, siempre como director de formación. Hoy su nombre está ligado a la IMG Academy, en Bradenton (Florida), la institución de referencia mundial en educación deportiva. Allí entrena al equipo sub-19 que compite en la MLS NEXT, además de coordinar a los equipos sub-15 y sub-17 y liderar al cuerpo técnico de la cantera.
Su vida personal también floreció en Estados Unidos: está casado y tiene dos hijos, aunque sigue mirando a Berlín con cariño y nostalgia. “Me encantaría regresar y mostrarle a mi familia dónde estuve. Ver jugar al Union en el nuevo estadio y en primera sería una experiencia espectacular”.
Lo que comenzó en 1993 como una prueba de seis meses en un país lejano acabó convirtiéndose en el inicio de una vida entera dedicada al fútbol. Jair Vásquez, aquel joven peruano que un día llegó a Berlín con una maleta llena de sueños, sigue transmitiendo su pasión por el balón a las nuevas generaciones. Y aunque su paso por Union fue breve, forma parte de la historia internacional del club: un testimonio de esfuerzo, aprendizaje y lazos que trascienden fronteras.