La historia de cómo Roberto se enamoró del Union

Dit ist Union: De Ecuador a Köpenick

Roberto llegó a Berlín el 10 de septiembre de 2016 desde Ecuador. Tenía 26 años y venía por un intercambio estudiantil. No imaginaba que unas semanas después, el Union Berlin se convertiría en parte fundamental de su vida.

Desde que llegué a la Hauptbahnhof, la estación central, tardé apenas en darme cuenta de que estaba en el lugar correcto. “Me recogieron Sabine, Pauli y Benno, mi familia de acogida, y me sorprendió que al subir a su coche todo era Union: la matrícula, las pegatinas, los zapatos colgando del retrovisor… Ese mismo día, el Union ganó 4-0 al Karlsruhe y escucharon el partido de camino a la casa. Roberto no entendía el idioma, pero ya sentía la energía.

Su nueva casa estaba al borde de Brandenburg y, esa misma tarde, fue con Benno al “bar” del barrio: un patio convertido en templo Unioner con cervezas, música, televisor gigante y decoración por todas partes. “Ahí nunca conocí a un alemán frío. Me recibieron con camisetas, tatuajes y una pregunta constante: ‘¿Tú de dónde eres?’”.

La primera vez en An der Alten Försterei

Poco a poco, Roberto empezó a aprender alemán… pero aún más rápido aprendía lo que significaba el Union. Andreas, un vecino, lo acompañó a comprar su primera entrada. “Me hablaba, y cuando veía que no entendía, hacía el gesto de ‘tiempo muerto` para explicármelo mejor. Nunca había visto algo así”.

El día del partido, caminaron desde el S-Bahnhof por el bosque. “Aura pura”, recuerda. Se emocionó al ver que no había asientos y al escuchar por primera vez el Eisernet Lied. “Pensaba que ese ambiente sólo existía en Argentina o Brasil, no en la Segunda División alemana”.

En el Sektor 3 lo abrazaron como a uno más. Con el tiempo, Benno le contó cómo él y otros vecinos ayudaron a reconstruir el estadio y donaron sangre para financiarlo. “El ‘Bluten für Union’ cobró sentido. Vi su nombre en el monumento. Yo no daba crédito”. También descubrió la historia política del club en la RDA, su carácter de resistencia, su alma alternativa. “Siempre me decía: ‘Hertha, ¿quién te conoce?’”.

Un viaje que lo cambió todo

Roberto vivió toda la temporada 2016/17 en Köpenick. Viajó con la hija de Andreas a Dortmund para el inolvidable partido de Pokal y recorrió Alemania gracias al Union: Hannover, Düsseldorf, Fürth…

“Conocí el país gracias al equipo. Mis amigos de Ecuador me decían que era un equipo pequeño y yo les decía que no tenían ni idea. Uno vino a visitarme en Navidad y se acercó conmigo a los cánticos de villancicos. Entendió todo. Fue uno de los momentos más lindos de mi vida”.

Por su cumpleaños recibió una Dauerkarte de parte del barrio. Incluso el locutor del estadio le mandó un saludo: “El estudiante de intercambio de Ecuador”. Era parte de la familia. Estuvo hasta el último partido. Viajó desde un seminario en Kyritz, en sandalias, con cuatro trenes regionales. “Nos quedamos una hora más en la tribuna. No dijimos mucho, pero supimos que era el final”.

Del ascenso al regreso a Berlín

Volvió a Ecuador en agosto de 2017. A pesar del cambio de horario, siguió todos los partidos por internet. “Mis padres me odiaban por madrugar tanto”. En 2018/19 vivió con angustia el ascenso. “Lloré frente al televisor con la camiseta puesta. Mi familia por fin entendía”. Al día siguiente, llamó a Benno y le preguntó: “¿Tienes o no tienes césped de aquel día histórico? Aún lo conservaban.

Más tarde conoció a los Unión de Hierro, el grupo de hinchas hispanohablantes, y desde entonces forma parte activa de la comunidad. En 2022, volvió a Berlín. Justo coincidió con un Union–Bayern. No tenía entrada, pero alguien del grupo sorteó un boleto y… lo ganó. “Le escribí a Benno y me soltó una carcajada. Volvíamos juntos al estadio”.

Se reencontró con los vecinos del Sektor 3, se repitieron fotos, brindaron con cerveza, y entonces sonó el himno. “Lloré desde el himno hasta el minuto 15. Luego fue pura euforia. No era fútbol, era Union dándome la bienvenida otra vez”. El partido terminó empate. Y para él, fue perfecto.

Roberto no ha regresado desde entonces, pero sigue cada partido desde Ecuador. “Cada vez que escucho el himno por la tele, se me cae una lágrima”. Deja pegatinas del Union en cada estadio que visita, y cuenta la historia allá donde va.

“Puedes sacar a una persona de Berlín, pero nunca vas a poder sacar Berlín de esa persona”.

Y antes de despedirse, deja una última frase que todo Unioner conoce:

Und niemals vergessen: EISERN UNION!

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